jueves, 22 de enero de 2009

20 de Noviembre

La noche fue entre sueños, ¿Cuál seria mi regalo? llegaba mi treceavo cumpleaños, estos últimos meses fueron una época de cambios constantes, mi visión del mundo estaba cambiando, esa misma noche el viejo dictador que tanto enturbio nuestras vidas se iba entre lloros de pocos y celebraciones de muchos.
Al despertar sabia que no iría a la escuela. Vi a mi padre en casa, cosa inusual pues solía salir bien temprano a trabajar y al estar él allí sólo podía ser, si algo verdaderamente importante o preocupante hubiera ocurrido.
La alegría por mi cumpleaños y no ir al cole me hacían estar radiante. Todavía la muerte no enturbiaba mi vida, sólo algunos meses después pude experimentar lo desolador y desgarrador del encuentro con la señora de negro, mi abuela, mi segunda madre y quien solía consentirme hasta el cansancio, a quien mimaba y por la que solía ser mimado, se fue de este mundo sin decirme adiós y fue entonces cuando comprendí, que la muerte me dejaba sin ver el rostro de ella.
Mis regalos estaban como siempre en ese sofá de skay donde me sentaba a ver esas películas de vaqueros, en la única cadena de televisión que se podía ver. Mientras en casa todo era preocupación, yo no podía imaginar el miedo vivido por mis padres ese día, solo tenia ojos para mi Madelman y para unos pequeños coches que me regalo mi abuela, regalo que me acompañaría por muchos años con un significado especial.
Me sentía feliz, además mi hermano mayor me dijo que en tres días no habría clases, lo cual alegro mas mi pequeño corazón, poder disfrutar de los juguetes tres días, era maravilloso. Pero al otro lado de mi gozo estaban las dudas de mi padre, él solía ser un hombre sonriente, de buen humor y tranquilo, ahora cavilaba sobre lo que pasaría si esos fantasmas que tanto temía, volvieran en forma de guerra, miseria y desolación.
Como todos los días, yo quería ver los dibujos animados y los Chipiritiflauticos, pero en la tele solo había marchas militares y partes oficiales, entonces deseaba ir a la calle a jugar con mis amigos, pero para mi sorpresa, no me dejaron, preguntaba insistentemente a mis padres si estaba castigado, o si había hecho algo mal, ellos no daban respuesta a mis preguntas, sólo decían que no podría salir.
Vi a mi padre hablar con los vecinos, todos con un semblante serio, él murmuraba algo que no podía escuchar y no lograba imaginar, que ellos estuvieran tan preocupados por un posible ruido de sables al fallecer Franco, ese dictador que nos daba el tostón todas las Nochebuenas y fuera la causa máxima de preocupación en toda España.
Ahora viendo el pasado, puedo sentir el miedo que vivieron todos por sus familias, pero debo ser justo y decir que el mejor regalo de ese día fue que desde entonces celebro mi cumpleaños dos veces.
Manuel ***